Joaquín ya ha hecho sus maletas y cuando Bernardo se va
se despide de Javier.
--a mi no me molestas. Somos como hermanos.
Aunque está dolido por como lo ha echado Bernardo,
Joaquín se siente mal en ese casa. Está celoso, reprimido. No le gusta ver
siempre desnudo a Javier y saber que no es suyo y menos ahora que está con
Bernardo.
--lo sé pero estaréis más cómodos. Si yo no estoy a lo
mejor incluso él viene a vivir contigo.
Javier lo abraza.
--¡eres el mejor¡
A Joaquín le duele ver en el limbo en el que vive su
amigo. Una vez más se traga su dolor y se va. Regresa con su madre. Con Abel.
Vivirá una situación parecida pero esta vez con el esposo de su madre.
Abel sale de la piscina. Nada desnudo. Se siente ya el
dueño de esa casa. Para Joaquín es un impacto encontrarse a este hombre tan
guapo desnudo. De nuevo se tiene que reprimir.
--¡estos me van a matar¡ --dice para sí.
Joaquín no quiere sentirse una bestia, dejarse llevar por
su cuerpo pero las cosas no se le ponen fácil. A Abel no le hace gracia la
presencia del chico. Se cubre con una toalla.
--¿Qué haces aquí?
Al chico le duele que de nuevo lo quiera sentir un
extraño en su casa.
--¡esta es mi casa¡
Joaquín no da más explicaciones porque se le está
haciendo tarde para ir al trabajo. Abel se muere de rabia. Cuando el chico se
ha ido pues discute con su esposa.
--¿¿porqué ha tenido que volver?¡
--¡es mi hijo¡
--¡estaríamos mejor los dos solos¡
--¡la casa es grande¡
Abel pensó que viviría con más lujos y eso le duele.
--¡vivimos como indigentes. Si vendiéramos la casa…¡
Manuela no lo deja seguir.
--es la casa de mi hijo. Yo quiero venderla pero Joaquín
no quiere. Por su padre.
Lleno de rabia, Abel suelta algo que Manuela le contó en
confianza y no quiere que nadie sepa.
--¡no tiene derecho, tu esposo no era su padre¡
--¡cállate, en buena hora te lo dije¡
Los dos hablan muy
enfadados sin darse cuenta que, tras la puerta, Carlota lo está escuchando
todo.
--¡yo no tengo la culpa que seas una cualquiera, que en
tu despedida de soltera te regalaste a los strippers y que no tienes ni idea de
cuál de los cuatro es el padre de tu hijo pero que tu esposo no puede ser
porque era estéril¡
La conversación cada vez más sube de tono.
Carlota se frota las manos y con el oído bien pegado no pierde detalle de lo
que ocurre.
--esto se está poniendo bien bueno...
--esto se está poniendo bien bueno...
--¡qué te calles¡ --Manuela.
Pero Abel ya no se calla.
--¡también debe saber que tu esposo tuvo el accidente por
culpa de esa verdad que descubrió¡ ¡¡manejaba lleno de rabia cuando se mató¡
Manuela
quiere golpear a Abel. Abel se acerca
rápidamente a la puerta. Carlota no tiene tiempo de huir.
--¡¡ya me tienes hartas... siempre escuchando...¡¡suerte que es sin mala intención¡ --Manuela.
Carlota escucha por chismosa pero ahora hay algo que le gusta mucho y no cree tener mejor oportunidad. Mira a Manuela con altivez:
--pero ahora es diferente... quiero algo por no contar todo lo que sé...
Abel la agarra del brazo. La entra. Se encierran los dos con ella.
--¡¡cuando dinero quieres...¡ --dice Manuela mientras Abel busca la chequera.
Carlota sonríe con cara de depravada. Es su sueño hecho realidad.
--¡¡quiero acostarme con su esposo... todas las veces que yo quiera¡
Abel sonríe con cara de degenerado. Mira asqueado a Carlota:
--si que nos salió ramera --piensa.
La que no se lo piensa es Manuela. Bofetea a Carlota con furia mientras le grita:
--¡¡perra... ¡
--bueno... solo una vez... --dice Carlota que no quiere perder la oportunidad de probar ese sabroso cuerpo.
Para Manuela Abel es su más preciado tesoro y no lo va a compartir con la servidumbre.
Manuela se le tira encima. Carlota se defiende, la empuja y Manuela se golpea la cabeza con la esquina de la cómoda. No tiene conocimiento. Se hace un silencio. Abel le toma el pulso:
-- ¡la mataste¡
Abel se muestra tranquilo:
--has matado a mi esposa así que lárgate y que no te vea más… Huye o acabarás en la cárcel.
--¡¡ya me tienes hartas... siempre escuchando...¡¡suerte que es sin mala intención¡ --Manuela.
Carlota escucha por chismosa pero ahora hay algo que le gusta mucho y no cree tener mejor oportunidad. Mira a Manuela con altivez:
--pero ahora es diferente... quiero algo por no contar todo lo que sé...
Abel la agarra del brazo. La entra. Se encierran los dos con ella.
--¡¡cuando dinero quieres...¡ --dice Manuela mientras Abel busca la chequera.
Carlota sonríe con cara de depravada. Es su sueño hecho realidad.
--¡¡quiero acostarme con su esposo... todas las veces que yo quiera¡
Abel sonríe con cara de degenerado. Mira asqueado a Carlota:
--si que nos salió ramera --piensa.
La que no se lo piensa es Manuela. Bofetea a Carlota con furia mientras le grita:
--¡¡perra... ¡
--bueno... solo una vez... --dice Carlota que no quiere perder la oportunidad de probar ese sabroso cuerpo.
Para Manuela Abel es su más preciado tesoro y no lo va a compartir con la servidumbre.
Manuela se le tira encima. Carlota se defiende, la empuja y Manuela se golpea la cabeza con la esquina de la cómoda. No tiene conocimiento. Se hace un silencio. Abel le toma el pulso:
-- ¡la mataste¡
Abel se muestra tranquilo:
--has matado a mi esposa así que lárgate y que no te vea más… Huye o acabarás en la cárcel.
Carlota
lo deja solo con el problema y Abel planea rápido un plan.
A
Joaquín lo llaman en el trabajo. Corre a su casa. Abel está (fingiendo) llorando, la
policía está por toda la casa. Nadie pone en duda que fue un atraco, que como
no había nada de valor pues la golpearon para que confesara pero la acabaron
matando. Joaquín está muy aturdido. Abel se muestra destruido. Lo abraza.
Durante el paso de los días, Joaquín vive una encrucijada. Todo le recuerda a la muerte de su madre pero, por otro lado, vive sólo con su viudo que le vuelve loco. Abel no quiere quedarse en la calle y sabe que su única opción es seducir a Joaquín. Se la pasa desnudo para provocarlo. Joaquín se la pasa en la ducha para no caer en la tentación. Un día unas manos lo tocan. Abel, desnudo, se mete en la ducha.
--sé
que te pasa lo mismo que a mi ¡nos hemos enamorado¡
Abel
lo abraza y antes de rendirse, Joaquín dice:
--¿y
mi vieja?
--Yo
no tengo la culpa de enamorarme de ti y sé que te pasa lo mismo.
A
Joaquín le gusta demasiado ese hombre y no puede controlar. Se ha frustrado
mucho y ya no puede más. Se funden en un beso. Un tórrido beso. Joaquín se
olvida de todo. Caen a la cama, el uno le come el miembro viril al otro. Justo
en el momento en el que Abel se está poniendo el preservativo, Joaquín
reacciona. Piensa en Javier. Él es el único con el que se quiere acostar. Ya no se quiere comportar como un animal. Javier le importa demasiado. No le podría mirar a la cara después de acostarse
con el viudo su madre. Además, no puede confiar en un hombre que se casó con
una mujer mayor que él y que ahora quiere seducirlo.
--¡vete,
vete de la casa¡ ¡¡no te quiero volver a ver¡
Abel
se queda en shock. No esperaba ese rechazo. Reacciona y se finge un amante angustiado y enamorado.
--no
me hagas esto. Aunque sea una sola vez. No quiero comprometerte pero te amo.
Hacemos el amor y me voy.
Abel
se hace el enamorado pero Joaquín, lo desea pero no lo ama.
--será
mejor que te vayas.
Abel
lo besa en la mejilla. Se finge triste cuando está lleno de odio.
--Me iré pero llámame
si me necesitas.
Los
interrumpe una llamada de Javier. Está desesperado.
--te
necesito, ven.
El
dolor de Javier es una puñalada para Joaquín. Ignora al desnudo Abel. Se viste
mientras le dice:
--¡no
te quiero ver cuando vuelva¡
Abel
se hace el sumiso pero cuando está solo es todo odio. Joaquín está muy
sofocado. Necesitaba abrazar a su amigo más que nunca. Necesita confesarle la
verdad. Espera en que Bernardo lo haya dejado. Y que Javier cambie.
Abel no se da por vencido. Tiene un plan b.
Hace una llamada.
--¿tienes
lo que te pedí?
--si.
Justo estoy en la puerta.
Abel
abre los ojos como platos. Ha hecho
falsificar la letra del padre de Joaquín. Es una supuesta confesión
en que éste dice que Joaquín no es su hijo porque es estéril y que por eso lo
deshereda. También ha hecho falsificar
un testamento del difunto padre último al original en el que todo es para su esposa.
Confía que, para no manchar la memoria de su madre, Joaquín no vaya a los
tribunales. En su testamento, Manuela deja lo que tiene (que era apenas nada) a
su esposo. Los ojos de Abel brillan por ambición.
Joaquín
llega a casa de Javier. Se lo encuentra llorando.
--tranquilo.
No pasa nada –dice creyendo que llora por Bernardo.
Javier
está desesperado.
--¡tengo
cáncer, no me quiero morir¡
Javier
se aferra a Joaquín a quien se le ha helado la sangre. Trata de consolar a su
amigo pero está tan asustado y preocupado como él.
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